
Piel de gallina. Foto: PabloEscapanoche
Existen distintas formas para referirse a una reacción que es para todos conocida y que se desencadena por circunstancias especiales. Podemos decir que se nos puso la “piel de gallina” o «carne de gallina» (aunque esto suena más a caldo), se nos “erizaron los pelos”, se nos puso el “vello de punta” o los “pelos como escarpias” y estamos reflejando una reacción, que si no es por frío, denota que algo se sale de lo habitual.
Nuestro interlocutor se puede preparar para escuchar un testimonio de este cariz:
«Acababa de terminar un verano de principios de los ochenta y ese mes de septiembre que mejoraba climatológicamente a su predecesor, invitaba a solazarse por las montañas. Tres jóvenes, Carlos, mi hermano y yo, decidimos hacer un periplo por las cumbres vascas, que nos llevaría a coronar las cimas más altas de sus tres provincias, Aitzgorri, Amboto y Gorbea.
El final de la primera etapa lo hacemos coincidir con un paraje conocido como túnel de San Adrian. Es un paso natural de la cordillera a una cota intermedia y por el cual ya pasaba una calzada romana, de cuando aquellos dominaban la península. En las proximidades al túnel horadado en la roca hay una esplanada verde del tamaño de un campo de fútbol, rodeada a manera de circo romano, de las rampas finales de acceso a la cumbre. Los pinos tapizan estas laderas en lo que se convierte en el sitio ideal para pernoctar.
Una vez instalada la tienda de campaña y habiendo cenado caliente gracias al fuego que nos acompañó en la velada, tocaba disfrutar de un sueño reparador. Carlos decide fumar el último cigarrillo y tumbado con medio cuerpo fuera de la tienda, observa el cielo en una noche estrellada.
Estaba yo con la cabeza hacia dentro y mi hermano revolviéndose para acompañar a Carlos en su contemplación del firmamento, cuando le oímos decir a voz en grito:
– Mira, mira, miraaa….!!
El tono apremiante no da lugar a dudas de que algo extraordinario estaba al alcance de su vista.
Pero esto es un análisis «a posteriori», pues al segundo “mira” dentro de la tienda se hizo de día. Un fulgor de una intensidad inusitada lo iluminó todo durante dos o tres segundos. Se desarrolló de forma creciente para luego disminuir, con un efecto parecido al que se consigue con reguladores de lámparas que todos conocemos.
En un santiamén me giro y ya estamos los tres mirando hacia el exterior, momento en el creemos percibir un ruido sordo en la lejanía.
– ¿Carlos…, qué has visto?
– Una bola blanca.
Estaba impresionado y no acertaba a precisar. Aquello no era una estrella fugaz, ni un relámpago ni nada que hubiéramos visto antes. Aquella bola blanca cruzó por encima de nuestras cabezas y dejó un fogonazo de luz de la misma intensidad que el miedo que se apoderó de Carlos esa noche.
Las pisadas de los animales que por la noche descendieron del monte hacia la pradera, así como el resplandor de los restos de la fogata vistos a través de la tela de la tienda de campaña, terminaron por crispar sus nervios. La visión directa del fenómeno le alteró más que a nosotros.
Llegó el amanecer y tocaba ascender el pico Aitzgorri para luego bajar hacia la otra vertiente por las campas de Urbía. En la primera fuente paramos para llenar nuestras cantimploras. Ya estábamos a unos 6 km de donde habíamos pernoctado. Sale de una tienda cercana un montañero que junto a otros compañeros había pasado la noche en ese lugar y al enterarse de dónde venimos, salta como un resorte:
– ¿Visteis lo de anoche?
– Y tú… ¿qué viste?
– Una bola blanca.
Distintos observadores y las mismas palabras para definirlo. Según él, recorrió la sierra en su longitud, para ir a desaparecer detrás de ella, justo en el lado donde nosotros estuvimos.
Durante años me pregunté y también pregunté, sobre que fenómeno atmosférico fue el que produjo aquello; incluso a expertos observadores de cielos (algún viejo lobo de mar) que no tenían referencias de algo parecido.
En los últimos años, con el aumento de aparatos filmadores, tenemos referencias de video del efecto que produce la entrada en la atmósfera terrestre de grandes fragmentos de material cósmico. Son los llamados bólidos, y se parece en todo a lo que nosotros vimos aquella noche.
Nuestra bola blanca fue un bólido,… y se desintegró encima de nosotros».

Mapa de situación y trayectoria del bólido
En el video siguiente se observa el grado de luminosidad que produce el bólido que el 13 de julio de 2012 sobrevuela Madrid en mitad de la noche. Fué detectado por el Observatorio Astronómico de La Hita (Toledo).
La grabación refleja fielmente la visión que tuvimos nosotros aquella noche.
El caso más conocido por su gran difusión, es el reciente de Cheliábinsk (Rusia, Febrero de 2013) , que al ocurrir de día permite ser grabado desde muchas posiciones. Aquí tienes imágenes.
Hamartoma de músculo liso y músculo erector del pelo
El complejo pilosebáceo tiene unas pequeñas fibras musculares, llamado músculo erector del pelo, que al tensarse cambian la morfología superficial de la piel.
La piel de gallina es ese aspecto granulado que aparece de repente desencadenada por varios estímulos y que ocurre de forma incontrolable. El frío, el calor, el miedo en sus distintos grados e incluso emociones positivas fuertes, desencadenan un reflejo protodiencefálico que contrae el músculo erector del pelo. En las zonas con folículos el pelo se encrespa, y donde no hay la piel se abollona por la aparición de múltiples elevaciones puntiformes.
En los animales tiene una función de relación, en cuanto a aviso de peligro, intimidación e incluso en el cortejo de apareamiento. En algunas especies también serviría este ahuecamiento del pelo como medio de aislamiento del frío. En humanos no parece que tenga utilidad como medio de comunicación ni para preservar la temperatura corporal.

Hamartoma de músculo liso.
El término hamartoma designa a un aumento de células maduras en una localización donde habitualmente se suelen encontrar.
Un hamartoma de músculo liso es un aumento en la dermis del número de las fibras de este pequeño músculo cutáneo, asociadas o no a folículos pilosebáceos. La mayoría de las veces se asocia al aumento de los pelos (> 80%) en esa localización así como a un aumento de pigmentación.
El aspecto va desde una placa sin color o asalmonada hasta un gran crecimiento de pelos sobre una superficie más o menos oscura. Los bordes no suelen estar bien definidos y es típica su localización lumbar y en la raíz de los miembros.
En la mitad de los casos se puede apreciar un cierto endurecimiento al roce de la piel; este signo llamado pseudo-Darier, es debido a la contracción de las fibras musculares tras el estímulo . En el verdadero signo de Darier de la mastocitosis la reacción es más lenta y tarda más en irse.
Puede haber pérdida de pelo y pigmento con el tiempo, y no hay descritas transformaciones malignas.
Desde que Becker describió en 1949 dos casos de máculas que aparecen en la pubertad y que luego desarrollan pelos en su superficie, el nevus de Becker se consideró un cuadro distinto al hamartoma de músculo liso, que mayoritariamente es congénito. Sin embargo las últimas descripciones de lesiones hamartomatosas en algunos nevus de Becker hacen pensar a algunos que ambos procesos sean los polos de un mismo espectro.
El hamartoma de músculo liso hay que distinguirlo del nevus melanocítico congénito (superficie rugosa, aumento de melanocitos), de la mancha café con leche (bordes netos, color uniforme y sin pelo), del mastocitoma solitario (sin pelo) y de los hamartomas de colágeno y elásticos.
A nivel histológico cabe diferenciarlo del tumor de músculo liso (leiomioma), que tendría amasijos de células musculares lisas y no fascículos dispersos entre fibras de colágeno.
Eduardo Lauzurica. Dermatólogo
Very impressive, indeed.
I certainly agree! I hope you have an excellent stay in London. You are one of my favorite “patien around the world”.
Thank you for taking the time to comment.
Good luck!